sábado, octubre 5, 2024
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Por el Valle del Jerte

Cerezos, curvas y un río que busca la dehesa

El Jerte es uno de esos valles plácidos que invita a recorrerlo para disfrutar, sencillamente. Perseguir sus aguas río abajo es sinónimo de espectáculo natural: por su extasiada floración de cerezos, su fertilidad, bellos paisajes, tradiciones ancestrales, arquitectura popular y sus productos de la tierra. Nos vamos de ruta por este pulmón verde, a su vez corazón de Extremadura, hasta descansar en la Sierra de Gata.

Técnicamente, el Valle del Jerte se abre cuando la carretera dice adiós a las áridas tierras de Castilla, agradeciendo en ese momento el mirador del puerto de Tornavacas, al inicio de esta ruta marcada por la N-110. El puerto es un lugar desde el que otear un valle al que se conoce como la Suiza Extremeña, y Tornavacas y sus alrededores la puerta natural de esta ruta y cuna de nacimiento del río que hoy nos hace viajar. Aquí la primavera es salvaje y el otoño sublime. Para una camper o una autocaravana siempre es un lugar perfecto.

A lo largo de unos 50 km, una sucesión de once pueblos aparecen y desaparecen a izquierda y derecha, algunos a orillas del río, otros en la ladera de la montaña, hasta llegar a Plasencia. Todo el camino discurrirá entre bancales donde se cultivan las cerezas, castaños y robles, perales, manzanos, kiwis, melocotoneros o frambuesas.

Jerte es un pueblo de calles estrechas en las que la piedra y la madera hacen honor a la arquitectura popular del valle. El agua es el sonido natural que lo mece: piscinas, cascadas, charcas, feroces gargantas. Aquí, las cerezas de temporada son un reclamo. De camino a Cabezuela del Valle, ciudad de pasado judío declarada conjunto histórico artístico por su bien conservada playa mayor y sus evocadoras calles de la parte alta, aparcar la autocaravana en las inmediaciones de la Reserva Natural Garganta de los Infiernos y abrocharse las botas de montaña es un deber para el viajero. Los paisajes que marcarán su retina compensarán con creces el trasiego de senderistas y curiosos con ganas de disfrutar de este emblemático paraje. Para comer, el Restaurante Valle del Jerte, en Calle Gargantilla 16.

Siguiendo, en Navaconcejo también aparecen las mismas construcciones típicas de adobe y entramado de madera rodeadas de zonas de baño en plena naturaleza. En la Calle Cerro Real nº30 encontramos su área de autocaravanas, en la que el estacionamiento máximo autorizado es de 96 horas (cuatro días) en la misma semana. Un regalo al ser gratuito. Entre cerezos y castaños se sigue por El Rebollar y El Torno hacia Valdeastilla, Piornal, a 1.180 metros de altitud, el punto más alto de Extremadura, y después a El Cabrero.

El kirsch, aguardiente de cereza, se concibe aquí. El producto más típico de la zona y una de sus primeras fuentes de ingresos. De él dicen que es uno de los mejores… Será que debemos probarlo. Y antes de llegar a Plasencia, Casas de Castañar. Un plan perfecto para terminar ahora que prácticamente ya hemos llegado a Plasencia es hacer la ruta que parte desde aquí a través de los castaños centenarios.

Al final del valle es donde encontramos este penúltimo destino, antes de la Sierra de Gata. Una ciudad de interior que podría haber sido escenario principal en Juego de Tronos. Mansiones y palacios asoman en cada esquina, y su animado mercado todos los martes desde hace ocho siglos infunden esa vidilla característica. Aunque Plasencia es famosa por su Catedral, que son dos y no una: la vieja románica, y la nueva, gótica con elementos platerescos.

Junto al parque de la Isla y el río Jerte, el viajero encontrará el área gratuita de autocaravanas, sin límite de tiempo. Importante resaltar que no dispone de vaciado de aguas grises y baños propios, por lo que habrá que visitar los de la Isla aunque queden un poco retirados del parking.

Un café en Parador o un almuerzo en los lugares cercanos a la plaza Mayor es siempre una buena opción. Para los aficionados a las tapas, la Plaza Mayor es un reclamo perfecto. El Español, El rincón Extremeño o La taberna Extremeña. Viajes, historia, gastronomía y libertad.

Y de Plasencia hacia el oeste se extienden paisajes aún más alejados del
mundanal ruido. Un destino que crea contradicción para el que lo visita. Por querer guardarse el secreto de un entorno habitado por buitres negros, águilas reales, cigüeñas negras, linces y lobos. Por querer que todos conozcan los bosques de robles, castaños y pinos. Los paisanos disfrutan de la Dolce Vita en sus huertos, viñas y olivos. Pueblos de adobe y pizarra como Trevejo o Robledillo, que habitan entre sierras de alcornocales y acebos.

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