Un pueblo para caravanistas con muchos caminos olvidados
Hay tópicos de mención obligatoria. Como referenciar a Aguilar de Campoo como el pueblo de las galletas. Aunque elaborar nueve de cada diez de este sencillo placer que comíamos los españoles en 1960 es una proeza merecida.
Antaño, cuando se atravesaba esta puerta de la Montaña Palentina, el olor a vainilla invadía el sentido del olfato por las galleteras Fontaneda, Gullón, Fontibre, Ruvil y Tefe. Ahora, los reclamos de este destino caravan friendly con Carnaval de la Galleta incluido van más allá de su industria galletera, la más importante de la península..
Rumbo al Norte, a Cantabria, el paisaje cambia en Aguilar. Es más verde, más escarpado. Entre sus calles, las casas sencillas y de poca altura se mezclan con palacios blasonados, monasterios, iglesias y ermitas. De visita obligada son el Monasterio de Santa María la Real y su claustro del siglo XX, la Colegiata de San Miguel y la Iglesia de Santa Cecilia. El Monasterio de Santa Clara lo es también para los de inclinaciones quizá más golosas: aquí las monjas siguen elaborando y vendiendo sus dulces artesanos.
Es un destino inminentemente rural que ofrece desde 2008 su área para autocaravanas y autocaravanistas. Pequeña pero funcional. Aquí el viajero tiene zona de aparcamiento, suministro de agua potable y vaciado de aguas grises gratis. La encontramos en el Paseo del soto 21.
Aguilar de Campoo es de todo. Un enclave de arte, de patrimonio histórico, de montañas y agua. Desde este punto de referencia para el amante del románico en España se accede a uno de los 15 geoparques con los que contamos en España, el Geoparque Mundial Unesco Las Loras.
Zapato cómodo y muchas ganas para contemplar y no olvidar formaciones kársticas, tobas, fallas y dolinas, yacimientos arqueológicos de castros cántabros y campamentos romanos. También la Cueva de los Franceses, el Espacio Natural de Covalagua o el Monumento Natural de Las Tuerces.
El río Pisuerga acaricia su casco urbano acompañado de paisajes que son siempre de agradecer. En el embalse de Aguilar, a una hora de agradable paseo, las oportunidades de aprovechar el día al aire libre y olvidarse del turismo de piedra es una opción llamativa. Recorrerlo a pie o a caballo, probar un nuevo deporte acuático o disfrutar de un baño si el tiempo acompaña. Llevar la cámara para disparar al atardecer que despide al día.
Que sea una de las localidades del Camino Olvidado de Santiago, el del Norte, solo hace que este destino de apariencia tímida gane más popularidad. Este camino fue durante los siglos IX y XII el más utilizado por los peregrinos que huían de las invasiones musulmanas.
