La costa de Cadiz es un referente del VanLife
Los fenicios dejaron su legado entre los pueblos de la Costa de la Luz. Su técnica de pesca artesanal en la que un laberinto de redes instalado en las aguas y fondos del Atlántico atrapa cada año a miles de ejemplares de atún rojo en su proceso migratorio al Mediterráneo. Entre los meses de abril y junio el autocaravanista no se arrepentirá de una ruta gastronómica por las cuatro almadrabas de Cádiz en entornos excepcionalmente hermosos.
Los conilenses, en Conil de la Frontera, saben cómo tratar al viajero. Su ruta gastronómica del gigante de plata, la más antigua del litoral gaditano, les ha curtido en el arte de las relaciones. Desde mayo hasta junio las ideas creativas se hacen de pescado y espinas, no de carne y hueso. Túnica de ginebra (atún como bebida), helados con sabor a atún, gelatina, pizza… El trajín de camareros que entran, salen, indican, explican y apuntan a los comensales se contagia. Y uno pierde la paciencia, salivando por probar el oro gaditano emplatado. Y después de comer, pasear. Por su casco histórico. Al atardecer, por sus 14 kilómetros de litoral. Para ver cómo el mar engulle el sol rojizo clásico de esta costa.
Aunque Conil, además de saber de y a atún, también lo hace de autocaravanistas. Porque Cádiz siempre fue un referente en la brújula de nómadas y espíritus de agua. Desde campings con parcelas privadas para aparcar nuestra autocaravana con todo tipo de servicios hasta parkings públicos en los que pernoctar un par de noches sin más lujos que la tranquilidad que confiere estar dentro de la ley. Por su levante hecho bestia que tantas horas de playa ha robado, la piscina es un buen check a contemplar. Y todos los campings lo saben, y la ofrecen.
Si el naturismo es tu filosofía, el de Cala de Aceite, a 250 metros de esta cala. El de Los Eucaliptos, a 1 km del mar y el más cercano al pueblo. En el Camping Fuente del Gallo tienes piscina, pista de pádel, supermercado y restaurante… Y la playa a 500 metros. En la Calle Arroyo de la Atalaya se encuentra un aparcamiento al uso, con tarifa de línea azul, aunque es gratuito hasta junio, cuando empieza la temporada alta.
En Barbate, como en las otras tres almadrabas, muchas de las familias hacen su temporada cuando la levantá del atún rojo comienza. Por tener un negocio que lo cocina, o una tienda de artesanía que recibe más visitantes de lo habitual. En temporada de su ruta gastronómica, este año desde finales de abril hasta principios de mayo, las cocinas de los restaurantes y bares que participan alcanzarán temperaturas demasiado altas por los fogones, siempre encendidos. A los barbateños les gusta compartir. Todo. Sus extensas playas, el parque natural de la Breña y Marismas, la belleza del acantilado del Tajo, la historia de la ermita visigótica de San Ambrosio, la autenticidad de El Palomar de la Breña, la zona rural, el monumento natural de Cabo de Trafalgar.
Aquí todos los paladares y personalidades son bienvenidos. En el área del Puerto Deportivo de esta población pesquera, pernoctar nos costará 9,55€ la noche, cambiar las aguas 3€ y 0,08€ la electricidad por hora. Al otro lado del río Barbate, un poco alejado, BarbateCamping, en la finca Campo y Mar, regentado por un matrimonio inglés y sus tres hijos que se enamoraron de la península. Por 20 o 30 euros, en función de la parcela que nos interese, tendremos todos los servicios típicos que necesitamos y la compañía de nuestra mascota… Si está bien educada.
Más al Sur, en Zahara de los Atunes, los visitantes y lugareños insisten en los atardeceres. Y en un sentimiento que cala hondo… El de vivir, sencillamente. Sus pocas pero buenas playas -cuatro- enorgullecen al que las disfruta. Casi todas semivírgenes, extensas y con arena blanca y fina. El oro gaditano de mar aquí también es protagonista. Claro, es otra de las cuatro almadrabas, y hasta en su nombre incluye el distintivo de esta costa. Aunque en Zahara el viento también es característico.
El surf, el kitesurf y el windsurf tienen siempre su lugar, hasta en las épocas más frías. El neopreno lo soluciona todo. Y su pueblo, con el encanto típico de aquellos núcleos blancos gaditanos con ese toque marinero. En el barrio del Zapal uno se pierde por pequeñas calles que insisten en mirar al mar, encontrándose atarrayas colgadas en las fachadas de esas casas encaladas donde el sol se refleja como en ningún otro sitio del mundo.
El único camping oficial que encontramos en Zahara es el de la Bahía de la Plata, en Atlanterra, a pie de playa y a un kilómetro del pueblo. Con todos los servicios que un autocaravanista necesita, menos la oportunidad de llevar consigo a su perro o gato. Aunque uno siempre encuentra áreas para pernoctar una o dos noches en parkings o zonas de estacionamiento. Eso sí, con la acampada prohibida. Nada de sillas, mesas o toldos fuera.
Finalizar en Tarifa es decir hola a la Puerta de Jerez, al espíritu colorido de las tablas de surf y kitesurf y a un ambiente informal característico de este destino en el que parece que sus almas alternativas han vendido su futuro al viento y al sol. Una tierra rica en paisajes, propuestas de ocio y gastronomía, el aspecto que hoy nos trae. Aunque cualquier época del año es buena para venir hasta aquí, si se hace entre el 17 y el 22 de mayo se encontrarán más de 40 establecimientos dedicados en su totalidad a la cocina del atún rojo. La ruta del atún se celebra a lo grande… En ella el viajero presenciará el arte del Ronqueo, que tiene algo de mítico. El despiece meticuloso que debe su nombre al ruido que hace el cuchillo al rozar con el espinazo de este pescado.
En Zahara uno sucumbe. A la localidad, al atún, a las playas. Al sol que calienta esta costa. En el área de La Marina deberemos desembolsar 8€ para pernoctar, siendo su estancia máxima autorizada 48 horas. Nada de acampar. Y en Tarifuel Camper service encontramos una gasolinera con servicios para autocaravanas (vaciar las aguas sucias, cargar la nueva, lavandería).